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La Corrupción en México.

La Corrupción en México.

Felipe López López

Antes de entrar en materia, hay que advertir que la corrupción se presenta en todos los países, ya sean desarrollados o no; y que la corrupción a nivel internacional también se presenta y crece en la medida y proporcionalmente en cuanto aumenta el comercio internacional.

Las formas de intercambio y el desarrollo del crédito mundial en la actualidad, es decir, con la llamada globalización, los países subdesarrollados y/o productores y exportadores de materias primas han enfrentado en un modelo de sustitución de exportaciones (S.I.), un intercambio desigual (materias primas baratas contra manufacturas y bienes de capital de los desarrollados).

En la actualidad, y con el reparto mundial de los mercados, el gran capital o las oligarquías del mundo controlan todo tipo de operaciones comerciales a través del capital financiero internacional. Las funciones de banco-empresas y casas de bolsa globales, imponen las tasas de interés y regulan las ganancias a nivel global. Así, los países pobres se quedan sin posibilidad de salir del subdesarrollo.

Los economistas a nivel mundial elaboran modelos económicos en los que recomiendan “políticas económicas” aplicables a los países con “retraso económico”, confundiéndose el crecimiento económico con el desarrollo prometido. Durante la década de los cuarenta, en México se “propuso” este plan. Luego de 40 años, es decir, en los ochenta, se reconoció oficialmente el fracaso del modelito impuesto por el capital monopólico internacional.

Una pequeña parte de intelectuales y gente de oposición criticó y escribió acerca del embuste internacional, demostrando cómo era inviable el susodicho modelo, desde la óptica del marxismo, que señaló claramente que “el nuevo” nivel de sobreexplotación de la fuerza de trabajo traerá como consecuencia más pobreza en la clase trabajadora, situación que así fue.

La ideología que rezaba que el Estado Mexicano era el atributo del interés de las clases sociales, fundamentalmente obreros, campesinos y patrones, resultó pura ilusión, y lo que demostró la terca realidad fue cómo los trabajadores perdieron sus conquistas laborales. E incluso la clase política en el poder, que en realidad era un monopolio del poder de un solo partido, el PRI, fue enquistando en el poder a prestanombres y oligarcas multimillonarios que con los mismos instrumentos del Estado se adueñaron de cerca de mil quinientas empresas monopólicas paraestatales para convertirlas en empresas privadas. En este punto, se forjó un partido político en el poder formado por los más ricos del país en asociación con el capital privado internacional. Este proceso, que duró hasta los noventa, fue la base que sustentó la imagen de que México había entrado en el concierto de las naciones firmándose un acuerdo de comercio internacional, el ALCA, o Tratado de Libre Comercio, TLC.

A partir de esto, se tendió un engaño más poderoso, ya que las grandes empresas estatales pasaron a manos privadas, vía CORRUPCIÓN, ya que el precio al que se vendieron fue de risa. Por ejemplo, Teléfonos de México, pasó, luego de un par de años, a quintuplicar su valor.

Así, todas las empresas exparaestatales. Esto no podía haber sucedido sin los cambios que se operaron desde el gobierno Salinista a la Constitución y pagar sobornos a diputados y senadores para modificar la Carta Magna y las leyes secundarias. La corrupción se operó en la década de los noventa desde las altas esferas del poder. La corrupción hacia el interior del Estado dañó la frágil estructura de la sociedad civil, que fue engañada desde el ejecutivo con promesas de una llegada al desarrollo y la entrada al “concierto de naciones industrializadas”. Un engaño más se operó en los noventa, con el PRI, partido en el poder.

Una oligarquía se gestó bajo el cobijo del gobierno

La oligarquía tecnócrata forjó una ideología basada en “el arte” de la demagogia y la corrupción. Las viejas formas de hacer política y la forma de corromper a las organizaciones sociales bajo la influencia de PRI-Gobierno, se acabaron; el nuevo programa asistencialista se llamó PRONASOL (Programa Nacional de solidaridad), una forma más directa de corromper por la vía electoral.

Las empresas paraestatales que operaban en números rojos (corrupción) dejaron paso a nuevas etapas donde se desarrolló el nuevo estilo de hacer negocios amparados por el gobierno en turno. La derecha, Vicente Fox, llegando al poder acuñó el estilo “la política es un negocio”. Por supuesto que ya no existía el gobierno para gobernar sino para hacer de este un negocio.

La corrupción desbordó todas las esferas del poder. Sumado a ello, se cometieron crímenes de Estado sin ser esclarecidos, en total impunidad. Sumado a ello, creció el narcotráfico, que se apoderó del poder municipal en plazas que en otro tiempo eran pueblos tranquilos. Poco a poco se fue hablando del “narco poder”, porque se sabe que nos narcotraficantes son protegidos por los gobiernos locales y federal. En el presente, se sabe que existen más de 17 órdenes de aprensión contra otros tantos exgobernadores acusados de desfalcar el erario y de transas con empresas privadas. En una palabra, la corrupción a la orden del día.

Resumiendo: El partido en el poder, el PRI, mantuvo su hegemonía hasta el fin de siglo pasado, dominando todas las instancias políticas con organizaciones populares tanto campesinas como de trabajadores en el sector industrial y de servicios. El desgaste político sufrido dio pie a una alternancia, cambio a la derecha, que, a pesar de su dicho, no logró acabar con la corrupción.

Los cambios a la Carta Magna aceleraron la corrupción, ya que esta, en su aplicación, pasó a ser letra muerta.

Con la privatización de las paraestatales se abrieron las puertas, al capital extranjero. Bancos y empresas monopólicas pasaron a manos extranjeras, con el apoyo del gobierno en turno.

Las empresas paraestatales que operaban en números rojos. (con pérdidas); una vez privatizadas se convirtieron en empresas altamente rentables (¡que paradójico!, ¿no?) o más bien empresas manejadas por manos corruptas, pretextando su carácter social.

El nuevo estilo de corrupción se impuso en la era foxista bajo la consigna de EL NEGOCIO DE LA POLITICA.

La Corrupción (Ético-Política)

En todas las esferas de la sociedad civil y política permea la corrupción. Es el dinero el elemento alentador de la corrupción, dándose desde el soborno a las autoridades, el cohecho, el pago de favores al gobierno, la compra de contratos al margen de la ley, etc. etc.

Si usted quiere una licencia, aunque sea de conducir, tiene que entrarle con “una lana”; si quiere un contrato de servicios hay que entrarle para que reciba un favor; si se pasa un alto, hay que entrarle con el policía para evitar que le levanten la infracción. En todos los casos se trata de arreglos al margen de la ley.

La falta de cumplimiento de las leyes propicia actitudes fuera de una ética personal; la ausencia de una conciencia de que se violan las leyes propicia comportamientos poco éticos y promueve actitudes corruptas.

Cuando los sobornos son “el pan de cada día” y se convierten en costumbres sociales “para que las cosas funcionen” la corrupción se convierte en una realidad cotidiana y su práctica se generaliza y se hace sistemática, de tal manera que no hay forma de resolver algún problema si no se corrompe a través del soborno.

Hay voces y estadísticas en las cuales se dice que México se encuentra entre los países más corruptos del mundo. De ser esto cierto, no sólo tenemos un problema social, sino que los mexicanos no tenemos una ética personal, salvo contadas excepciones. Habrá quien se dé golpes de pecho y diga “yo no soy así”.

Entonces tenemos que preguntarnos ¿qué nos pasa? Lo cierto es que, si directamente no lo hacemos, si lo propiciamos con el dejar hacer, dejar pasar. Nos hacernos de la vista gorda y nos auto engañamos diciendo que “no pasa nada”. Como sociedad nos hemos acobardado; para no meternos en problemas no denunciamos los actos de corrupción, sobre todo si nos damos cuenta de que son “nuestros jefes” los que cometen los ilícitos.

La corrupción en el siglo XXI permea todas las esferas de la estructura de gobierno, secretarías de Estado, Presidencia, Suprema Corte, PGR, oficinas públicas a todos los niveles y la sociedad civil organizada y desorganizada, etc. etc. nada se escapa a la corrupción, ahora con el agravante que representa el narcotráfico.

Existe una propuesta para acabar con la corrupción en el país impulsada por López Obrador, candidato dos veces a la presidencia y se perfila por tercera vez. Sabemos que el poder del aparato de estado se lo ha impedido y que es ingenuo pensar que en esta ocasión sí tenga oportunidad de llegar a los Pinos. ¿Podrá? ¿Lo dejará la “mafia del poder”, como él la llama? Esta interrogante se verá respondida luego de las elecciones del 2018. Por lo pronto, ya se echó a andar la maquinaria electoral y parece que no tendrá la mínima oportunidad; así lo mostraron las elecciones en el Estado de México, como laboratorio y anticipo de lo que vendrá en 2018.

Es evidente que el diagnóstico de Obrador es correcto, pero de ahí a que su candidatura pudiese ser una salida para acabar con la corrupción en el gobierno, está por verse. Un candidato a la presidencia que se apoya en politiquillos que padecen la misma enfermedad, difícilmente traen salud pública. Un programa de gobierno que tiene como eje el combate a la corrupción fracasa si la sociedad en su conjunto no está dispuesta a hacerlo propio.

En los años ochenta, bajo el candidato a la presidencia Miguel de la Madrid Hurtado y con la ideología del Nacionalismo Revolucionario, se construyó el lema de campaña del candidato. Se trató en aquel entonces de la “Renovación moral de la sociedad”. Obviamente, se trató de un gancho para jalar votos. El caso fue que los funcionarios que integraron el gabinete de gobierno destilaron mayor corrupción, Salinas entre ellos, y acelerándose el poder del narcotráfico con mayor capacidad de fuego, al dejarle las vías libres por parte del director de la PFC (Policía Federal de Caminos).

La renovación moral de la sociedad acabó como ya todos conocemos, con mayor corrupción gubernamental. Se abrió el camino a las políticas económicas de austeridad apoyadas por el FMI y el BM (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial), los mismos organismos financieros de antaño. Se congelaron los salarios, creció la inflación por los altos precios de las mercancías y se vino en cascada una devaluación monetaria, trayendo más pobreza en la sociedad, más de lo mismo; el artífice de esto, en ese entonces mejor conocido como Salinas de Gortari, secretario de programación y presupuesto, la tristemente famosa “mafia del poder”.

La renovación moral de la sociedad acabó siendo un fiasco, solo consolidó los nuevos mecanismos del poder.

En el caso de López Obrador, un personaje de trayectoria creíblemente correcta necesita allegarse de gente realmente honesta, de lo contrario su propuesta podría llevarlo al fracaso.

No existe en su programa el cómo acabar con la mafia del poder, pues no es desconociéndolos o incluyéndolos en su gabinete, pues sería más de lo mismo, sólo que con otro nombre.

El hacer en campaña un llamado a la ética me parece que no es suficiente, pues resulta una labor como la del cura “ve y no peques más” o “arrepiéntete y no lo vuelvas a hacer”. ¿Será esto posible? No creo que funcione en lo político porque hay fuertes razones económicas que lo impiden.

Nota: Esta primera parte del artículo fue escrita en julio del 2017.

Tragedia y corrupción

M.I

El pasado 19 de septiembre de 2017, treinta y dos años después del sismo del 85, la ciudad de México sufrió nuevamente el golpe de la naturaleza. Los daños son cuantiosos: más de 3 mil inmuebles en diversos grados de afectación, hasta la fecha, se contabilizan más de 300 muertes, cientos de heridos y familias enteras que han perdido su patrimonio.  Si bien, es cierto que habitamos en una zona sísmica, esta tragedia ha destapado la cloaca de corrupción detrás de la gran expansión en el país del capital inmobiliario.  Como ejemplo:  En 1985 existían Un millón 750 mil casas en el Distrito Federal, en 2015 existían alrededor de 2.5 millones de casas habitación. Fuente: http://www.elfinanciero.com.mx/economia/desde-sismo-de-1985-seguros-para-viviendas-subio-a-solo.html

Las afectaciones se dieron en las zonas de Lindavista al norte de la ciudad, la zona centro, colonias como la Roma y la Condesa, así como la zona de Tlalpan y Villa Coapa. Muchas de estas zonas, afectadas también en el sismo del 85.   En estas zonas, las nuevas edificaciones fueron construidas sobre los escombros de las edificaciones anteriores, o presentaban daños estructurales, y no fueron demolidas, permitiéndose que continuaran habitadas, después de algunas pequeñas reparaciones. Y no obstante ello, se continuó permitiendo la construcción de grandes edificios en dichas zonas.  Esto nos obliga a preguntarnos: ¿Porqué se permitió la construcción de estas viviendas? ¿Cómo y de qué manera fueron otorgados los permisos de construcción? ¿Qué intereses están detrás de la construcción desmedida de edificaciones? Las normas existentes para la construcción han sido violadas y desacatadas por las constructoras en complicidad con las autoridades gubernamentales involucradas. Sin duda, el cáncer de la corrupción operado por las autoridades gubernamentales en conjunto con los grandes capitalistas inmobiliarios y constructores, son los grandes culpables en esta nueva tragedia, la cual arrastra consigo pérdida de vida humanas y patrimonios familiares. Aquí, el grito de nosotros como sociedad, deberá ser el ¡Ya basta!, a esta corrupción desmedida, la cual enriquece a los políticos y gobernantes, y a nosotros como ciudadanos, nos deja habitando al borde del abismo.

 

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Esta entrada fue publicada el octubre 20, 2017 por en ¿Porque Luchamos?, Generales, Historia e Histeria, Nacionales, Noticias del Desastre.

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